Tanto para los papás, como para los médicos, el sólo mencionarla, genera cierta mezcla de miedo e incertidumbre. Afortunadamente, con la creación en los últimos 15 años de vacunas específicas para cada uno de los gérmenes que la producen, la meningitis es cada vez menos frecuente.
No obstante está en la fantasía de casi todos durante el curso de las enfermedades febriles que presentan gran decaimiento y sobre todo mucho dolor de cabeza. Veamos de qué se trata.
“LE DUELE MUCHÍSIMO LA CABEZA”
Se produce por la infección de las meninges, son las membranas que recubren y protegen al cerebro, cerebelo y a la médula espinal y en cuyo interior se encuentra el líquido cefalorraquídeo que amortigua los movimientos bruscos y golpes que reciben los chicos a diario.
Cuando algún microorganismo invade las meninges se inflaman, aumenta la producción de líquido, y “presionan” sobre los tejidos vecinos, generando los síntomas clásicos: fortísimo dolor de cabeza (sobre todo en la frente), imposibilidad de doblar el cuello y la espalda, muchísimas molestias y rechazo a la luz y a los sonidos fuertes, e intensas ganas de vomitar.
Como toda infección se acompaña de fiebre, que en estos casos es muy alta (39º-40º C) y hay mucho decaimiento (“nunca lo ví así…”)
“¿SERÁ UNA BACTERIA O UN VIRUS?”
Los microorganismos que habitualmente atacan las meninges son las bacterias y los virus. Entre las bacterias, las más frecuentes son el neumococo, el haemophilus y el meningococo. Suelen provocar infecciones comunes y corrientes (otitis, bronquitis, angina) pero por estar aumentada su agresividad o por postergarse el diagnóstico y tratamiento (en menor frecuencia) invaden las meninges.
Son muy vulnerables a los antibióticos de uso corriente, los que en altas dosis y administrados en forma precoz, logran combatir el proceso en forma exitosa, siendo excepcional la aparición de secuelas en el futuro.
En el caso de los virus, los más frecuentes son los enterovirus, que atacan al tubo digestivo provocando habitualmente gastroenteritis y excepcionalmente ocasionan meningitis. En estos casos, los síntomas son un poco más leves que en el caso de las bacterianas.
“ME DIJERON QUE HAY QUE INTERNARLO”
Frente a la firme sospecha de tratarse de una meningitis, el paso siguiente es confirmar el diagnóstico, es necesario internar al chico, para comenzar rápidamente con el tratamiento. Se le extrae líquido cefalorraquídeo a través de una punción lumbar para analizarlo en forma inmediata (el resultado inicial se obtiene en 2 horas). En el caso de haber bacterias, ya en 24-48 horas podemos identificar exactamente de cual se trata y los antibióticos que las eliminan.
Se administran desde el inicio en forma endovenosa, siendo habitualmente la evolución muy favorable. En el caso de las meningitis virales se curan sin antibiótico, se administran analgésicos y a veces es necesario extraer líquido cefalorraquídeo para aliviar al chico.
“ME QUEDO TRANQUILA, YA ESTÁ VACUNADO”
Sin duda alguna, la mejor herramienta con la que contamos actualmente para prevenir la meningitis son las vacunas. Existen actualmente vacunas específicas para cada germen, no así para los virus. Ellas son:
- Neumococo: PREVENAR®, en calendario oficial, esquema de aplicación: 2-4-6-12/15 meses
- Haemóphilus: INFANRIX® (esquema: 2-4-6 meses) – ACTACEL® o PENTAXIM® (refuerzo de los 18 meses)
- Meningococo:
- MENVEO® esquema de aplicación: en calendario oficial, a los 3 y 5 meses ó 2, 4 y 6 meses + 1 dosis de refuerzo luego del año de vida, según criterio médico.
- MENACTRA®, esquema de aplicación: 2 dosis, a partir de 9 meses, y 15 meses.
- BEXSERO®: Una nueva vacuna que acaba de lanzarse al mercado en Argentina, en agosto de 2017, que protege contra meningococo B. Es un gran avance contar con esta vacuna por que es la única efectiva para este subtipo tan agresivo y de graves efectos. El esquema de aplicación es el siguiente:
- bebés de 3, 5 y 7 meses más un refuerzo entre los 12 y 15 meses.
- bebés de 12 a 23 meses: dos dosis con intervalo de 2 meses.
- 2 a 10 años: dos dosis con intervalo de 2 meses.
Como siempre, ante cualquier duda, consultá a tu pediatra.