Virtudes y defectos de los chicos

176742277Los chicos desde bebés siempre miran a sus papás, los imitan, les creen y necesitan de su amor para hacerse fuertes y confiados en sí mismos y en el mundo que los rodea.

Si les decimos que son los reyes de la casa, que son lindos, inteligentes o divertidos, se convertirán en eso. En cambio, si los descalificamos, los subestimamos o los retamos, a veces hasta sin darnos cuenta en un momento de bronca, con términos como tonto, mentiroso, malo, egoísta o distraído, responderán y actuarán a estos mandatos.

Los chicos como todos los grandes tienen  puntos fuertes y puntos flojos, habilidades, destrezas, limitaciones, rechazos y preferencias.
No se trata de que algunos sean más virtuosos que otros, sino que si un chico no es suficientemente mirado, mimado, apalabrado y tomado en cuenta por sus papas, sufrirá en su autoestima. En cambio el que es mirado, admirado y amado a través de los actos cariñosos cotidianos, contará con una seguridad en sí mismo que le permitirá destacarse sobre sus mejores virtudes y reírse de sus dificultades.

Si nos damos cuenta que nuestros hijos sufren, si tienen vergüenza, si se creen malos deportistas, malos alumnos, o que no están a la altura de las circunstancias, si les cuesta hablar, relacionarse, jugar con otros, si suponen que son lentos o si sufren burlas de sus compañeros, no podemos dejarlos solos; tenemos que ayudarlos activamente con maestros y padres de compañeros, no podemos exigirles que asuman solos sus problemas.

Seguramente si nos cuesta vincularnos con palabras amorosas con los chicos, es porque jamás las hemos escuchado de nuestros padres por el tipo de vínculo. En estos casos, ya como adultos, nos toca tomar conciencia, trabajarlo y cambiar la historia. Si podemos “aprender” las palabras amorosas y expresarlas en la crianza, nuestros hijos como padres no tendrán que pasar por este trabajo, porque podrán dirigirse naturalmente con cariño hacia sus futuros hijos.
Se genera entonces una cadena que se transmitirá a través de las generaciones , constituyendo así otra calidad de vínculo y una genuina y amorosa manera de ser.

Decirles a los niños que son hermosos, amados, bienvenidos, hermosos, adorados… genera hijos seguros, felices y bien dispuestos.
Aquello que los padres decimos, se constituye en lo más sólido de la identidad de los chicos.